Talleres y Conferencias

jueves, 23 de junio de 2011

La Realidad

LA REALIDAD
…la gente buena está haciendo un daño atroz en el mundo, al dar tanta importancia a la maldad…
Oscar Wilde

Me dice gravemente consternada mi querida amiga Rosa Elena: “Esperanza, ubícate en la realidad, ¿cómo nos dices que el amor es el estado natural del ser humano?, ¿cómo aseguras que el ser humano es bondadoso por naturaleza?, ¿qué acaso no ves las noticias?, ¿no ves que el hombre es violencia, muerte y destrucción?, ¿no percibes que cada día estamos peor?, ¿Cómo me dices que me llene de amor?, ¿cómo te atreves…? Eso es utópico. Eres tan ingenua…

Suspiro largamente. Cierro los ojos. Me cubro la cara con mis manos y guardo un silencio prolongado.
Viajo a ese planeta que me platicó mi abuela, el mismo que le había platicado su abuela:
Es el planeta donde no existen los colores, como los conocemos en la Tierra. Todo es blanco, dorado, transparente o plateado: las personas son doradas y resplandecientes, los árboles y el césped son blancos, el agua es cristalina, las montañas, blancas y los pájaros, dorados, las rocas son diamantes, y los perros, los gatos y los caballos, son plateados. El aire, transparente, tiene brillos dorados en el día y plateados en la noche. Algunas plantas y animales solo son contornos de las plantas y animales que conocemos.
En el planeta Áureo todo es belleza y perfección.
Los bebés nacen resplandecientes, con luz propia, con un brillo encantador. Los bebés nacen sabiéndose perfectos, bellos y merecedores de la bondad de la vida. Al crecer, algunos mantienen su fulgor, o lo intensifican, otros, lo van perdiendo.
Los auríferos trabajan, comen, se bañan, se enamoran, viajan y duermen, como los terrícolas. Y cómo éstos, tienen sensaciones doradas y sensaciones grises.
Cuando pierden el resplandor que los rodea, es porque han acumulado más sensaciones grises en su corazón. Entre mas almacenen, menos resplandor reflejan. Hasta que quedan opacos y, por la falta del brillo, mueren.

En este enorme planeta, hay un camino escabroso y complicado hacia “El pozo de la inmundicia”, que es el lugar al que acuden las personas para tirar la envidia, el rencor, el odio, la culpa, la angustia y el miedo. Es la zona en donde pueden desechar las sensaciones grises.
Es una parte que ocupa una mil millonésima porción del espacio total de Áureo.

Hombres y mujeres le temen al pozo de la inmundicia, porque el fondo es negro y se han escuchado quejidos, lamentos y gruñidos.
Es la negrura acumulada de su propia envidia, es la oscuridad del rencor almacenado, es la penumbra del miedo amontonado. Son sus propios quejidos, sus mismos lamentos y sus propios gruñidos a los que le temen.

Un día, un hombre opaco, lleno de dolor, decidió tirarse al pozo de la inmundicia.
Algunas personas lo vieron de lejos. Aterrorizadas, corrieron a contarles a cuantos quisieran escucharlos: ¡que un hombre opaco, bueno, pero no tanto, casi, casi luminoso, se había caído, o más bien, el pozo se lo tragó, pero parece ser que un monstruo horripilante, con tentáculos y ojos feroces lo devoró!
Los vecinos lo contaron a los primos, los primos a los amigos y los amigos a los compadres; en las fábricas, en las escuelas, en las reuniones sociales, solo se hablaba de un monstruo, que ni en la peor de las pesadillas se podía ver, con varias cabezas, con incontables ojos y brazos, con poderes sobrenaturales, hambriento de sangre, encolerizado con el planeta entero. ¡Ávido de destruir, sediento de aniquilar!
Fotógrafos, camarógrafos, reporteros de todos los lugares del mundo áureo “volaron” al pozo de la inmundicia a constatar aquello tan horrible que había sucedido. Todos los diarios del planeta, todos los canales de televisión, todas las estaciones de radio y todos los sitios del Internet, describían, cada vez más cruel, al monstruo del pozo de la inmundicia. Las fotos y los videos que circulaban eran de un punto negro, magnificadas a un descomunal círculo negro. Los entrevistados decían que “un amigo mío muy cercano lo vio”.

El miedo crecía en los corazones, el miedo alimentaba al monstruo; el monstruo se desarrollaba en la imaginación, se tornaba todo poderoso. Inmortal e indestructible.

Pero al mismo tiempo, de alguna manera, los auríferos gozaban hablando de él. Disfrutaban presumiendo que ya estaban enterados y que eran muy conocedores de las nuevas “cualidades” de “Inmun”. Se sentían personas sumamente importantes en la sociedad por conocer todo sobre Inmundicio. Maliciaban estar al tanto de las últimas diabluras y de los más recientes descalabros provocados por el personaje favorito de casi todo el planeta.
Hubo quienes estudiaron minuciosamente e hicieron doctorados en “Inmundología”, que era el lugar al que pertenecía el monstruo de las inmundicias.
Los que no estaban muy enterados, eran consideradas incultos, apáticos, chiflados o locos.

Algunas personas percibieron una gran oportunidad de usar a Inmundicio para manipular a los otros hombres y mujeres del planeta. El miedo que sentían los auríferos los convertía en unos seres débiles, enclenques y fáciles de manejar. Títeres de los intereses de los maliciosos.
El político les prometió encontrar a Inmundicio y acabar con él. El sacerdote les dio su palabra que en la otra vida no existiría el monstruo. El comerciante, ofreció, que si compraban sus productos, podrían sobre salir de la generalidad, y el monstruo no estaría interesado. El farmacéutico y el doctor, pastillas para olvidarlo y para aliviar las enfermedades causadas por ese miedo a Inmundicio.

Estos hombres y mujeres, víctimas de su propia creación, aseguraban que el planeta Áureo era, en su mayor parte, negro. Porque lo veían en la tele, en los periódicos, en el cine, en los libros, en las películas, en las reuniones sociales… en sus sueños. Pero sobre todo, porque lo veían en su corazón.

Inmundicio se encontraba en el corazón de los que hablaban de él, de los que pensaban en él, de los que lo soñaban y, de esta manera, le dieron fuerza, lo retroalimentaron, le proporcionaron poder, hasta que el monstruo, de uno por uno, les robó su brillo. Los mató. Los devoró y el planeta Áureo se convirtió en el planeta Negro, donde Inmundicio reinó y esclavizó a los habitantes opacos que creyeron en él.
La realidad era que si existió un punto negro: era la un mil millonésima parte del planeta.
La realidad era que si existió Inmundicio: era el miedo que le tenían a Inmundicio…


— ¡Hey! ¡Esperanza! ¿Te quedaste dormida? ¿Estás soñando?— me sacude la voz de Rosa Elena
— ¡Vuelve a la realidad!



La realidad comienza en el pensamiento: Hegel
Los monstruos son reales, los fantasmas son reales también. Viven dentro de nosotros y, en ocasiones, ganan: Stephen King
Sólo hay una verdad absoluta: que la verdad es relativa: André Maurois




Esperanza Aguilera
Octubre 2008

Un cuento sobre la crisis de Gabo

Gabriel García Márquez
Imagínese usted un pueblo muy pequeño donde hay una señora mayor que tiene dos hijos, uno de 19 y una hija de 14.
Está sirviéndoles el desayuno y tiene una expresión de preocupación. Los hijos le preguntan qué le pasa y ella les responde:
'No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo'.
El hijo se va a jugar al billar, y en el momento en que va a tirar una carambola sencillísima, el otro jugador le dice:
'Te apuesto un peso a que no la haces'. Todos se ríen. El se ríe.
Tira la carambola y no la hace. Paga su peso y todos le preguntan qué pasó, si era una carambola sencilla, Y él contesta:
'es cierto, pero me he quedado preocupado de una cosa que me dijo mi madre esta mañana
sobre algo grave que va a suceder a este pueblo'.
Todos se ríen de él, y el que se ha ganado su peso regresa a su casa, donde está con su mama, feliz con su peso y le dice :
Le gané este peso a Dámaso en la forma más sencilla porque es un tonto.
¿Y por qué es un tonto?,
Porque no pudo hacer una carambola sencillísima, según él preocupado con la idea de que su mamá amaneció hoy con la idea de que algo muy grave va a suceder en este pueblo.
Y su madre le dice:
No te burles de los presentimientos de los viejos porque a veces salen.
Una pariente que estaba oyendo esto y va a comprar carne y le dice al carnicero:
'Deme un kilo de carne', y en el momento que la está cortando, le dice:
Mejor córteme dos, porque andan diciendo que algo grave va a pasar y lo mejor es estar preparado'.
El carnicero despacha su carne y cuando llega otra señora a comprar un kilo de carne, le dice:
'mejor lleve dos porque hasta aquí llega la gente diciendo que algo muy grave va a pasar, y se están preparando y comprando cosas'.
Entonces la vieja responde:
'Tengo varios hijos, mejor deme cuatro kilos...'
Se lleva los cuatro kilos, y para no hacer largo el cuento, diré que el carnicero en media hora agota la carne, mata a otra vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor.
Llega el momento en que todo el mundo en el pueblo, está esperando que pase algo. Se paralizan las actividades y de pronto a las dos de la tarde.
Alguien dice:
¿Se ha dado cuenta del calor que está haciendo?
¡Pero si en este pueblo siempre ha hecho calor!
Sin embargo, dice uno, a esta hora nunca ha hecho tanto calor.
Pero a las dos de la tarde es cuando hace más calor.
Sí, pero no tanto calor como hoy.
Al pueblo todos alerta, y a la plaza desierta, baja de pronto un pajarito y se corre la voz:
'Hay un pajarito en la plaza'. Y viene todo el mundo espantado a ver el pajarito.
Pero señores, dice uno siempre ha habido pajaritos que bajan aquí.
Sí, pero nunca a esta hora.
Llega un momento de tal tensión para los habitantes del pueblo, que todos están desesperados por irse y no tienen el valor de hacerlo.
Yo sí soy muy macho, grita uno. Yo me voy.
Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en una carreta y atraviesa la calle central donde todo el pueblo lo ve.
Hasta que todos dicen:
'Si éste se atreve, pues nosotros también nos vamos'.
Y empiezan a desmantelar literalmente el pueblo. Se llevan las cosas, los animales, todo.
Y uno de los últimos que abandona el pueblo, dice:
'Que no venga la desgracia a caer sobre lo que queda de nuestra casa', y entonces la incendia y otros incendian también sus casas.
Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en un éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio, le dice a su hijo que está a su lado:
¿Viste m'hijo, que algo muy grave iba a suceder en este pueblo?




Esto es lo que en sociología llaman "la profecía autocumplida" o "el efecto Pigmalión".
Por eso:
• No hagas caso del rumor.
• No seas un instrumento para crear el caos.
• Lo negativo atrae a lo negativo
• Sé POSITIVO.
• Tratemos de construir con visión de futuro y no de destruir lo que tenemos...
"SI SEGUIMOS HABLANDO Y PENSANDO EN LA CRISIS, INDUDABLEMENTE ÉSTA SE HARÁ MÁS FUERTE" PENSEMOS POSITIVAMENTE Y TRATEMOS DE MANTENER NUESTRAS MENTES SIEMPRE POSITIVAS, SI HEMOS LOGRADO SOBREVIVIR MUCHAS CATÁSTROFES Y HEMOS SALIDO SIEMPRE ADELANTE, POR QUÉ ESTRESARNOS AHORA